El
fracaso genera un sentimiento de frustración e inutilidad. Estas son reacciones
normales cuando las cosas no resultan como se esperan. La frustración puede generar
diversas reacciones como la ira, ansiedad o estados depresivos, entre otros.
El sentimiento
de inutilidad puede lastimar la autoestima, modificar el autoconcepto y
cuestionar la autoimagen. Esto se debe a que, conscientemente o no, siempre se
esta atento a la opinión de los demás tienen de lo que cada uno hace. Y hay una
tendencia a causar una buena impresión, a trata de demostrar que tan listo,
inteligente o hábil se es en lo que se está desempeñando.
En
otras palabras, la persona que ha fracasado está en la obligación y en la responsabilidad
consigo misma, de sacar un buen aprendizaje de la experiencia del fracaso. De
esta manera podrá superar la frustración y el sentimiento de inutilidad que le invadirán
irremediablemente y se alistara para volverlo a intentar, ahora con mayor
madurez y mejor control de las circunstancias para que el fracaso no se repita.
A
cambio de esto, un buen plan de vida para los adolescentes o para una persona
adulta, debe buscar la excelencia, entendiendo la excelencia es una actitud racional,
consciente, responsable y madura, orientada hacia la superación de las limitaciones
identificadas en sí mismo, con la finalidad de ser superados hasta donde sea
humanamente posible y enfocadas hacia una actitud expresadas en la afirmación de
que “hoy soy mejor que ayer, pero mañana
seré mejor que hoy”.
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